Bienvenido a

“LA TIERRA DE LOS HOMBRES”

Las Islas Marquesas

Los rayos dorados del sol se filtran a través de las nubes colgadas sobre los picos afilados de las montañas, dibujando unos juegos de luces y unos ambientes surrealistas. Unas islas verdes y vertiginosas surgen del Océano Pacífico, tierras de historia y de leyendas tan fascinantes como inolvidables: bienvenido a la magia de los paisajes y de los ambientes del archipiélago de la Tierra de los Hombres, las Marquesas. Las Marquesas están situadas 1.500 km al noreste de Tahiti y agrupan 12 islas, de las cuales sólo seis están habitadas.

Sobre las Islas Marquesas

9,261
HABITANTES
385 / 620
SQ. MI. / KM²
NUKU HIVA
CENTRO ADMINISTRATIVO
A 3H40
EN AVIÓN DE TAHITI

Razones para visitar las Islas Marquesas

El espectáculo de la naturaleza y de la cultura

Las costas recortadas por abruptos acantilados presentan una mezcla de playas de arena negra y bahías apacibles. En los bosques frondosos donde se conservan miles de vestigios preeuropeos, podrás encontrar caballos salvajes, cabras y jabalíes. La naturaleza se ofrece en estado bruto y su encanto es muy poderoso. Desde el valle de Taipivai a la bahía de Hatiheu, el viajero puede descubrir unas maravillas culturales y naturales únicas, incluidas las cataratas de Vaio de 350 metros, las mayores del Pacífico. Los habitantes de las Marquesas son considerados los mejores artistas de Las Islas de Tahiti. Su arte se expresa a través de magníficas esculturas, tatuajes auténticos y joyas sorprendentes.

Tras las huellas de Melville en el valle de Taipivai

Es la historia de un marinero que quería huir del barco en el que ya no aguantaba más. Desembarcó a escondidas en una isla, por entonces casi impenetrable. Vagó sin rumbo y fue acogido durante varias semanas por el clan de los Taipi. Temía que fueran caníbales, pero no sólo le trataron bien (¡no se lo comieron!), sino que además descubrió lo que ningún occidental había podido conocer: una sociedad diferente, preservada. Eso ocurrió en 1842. En la actualidad, en este valle puedes ir en busca de las huellas del joven Herman Melville, el autor de Moby Dick. El tiempo parece haberse detenido con centenares de tiki, petroglifos y yacimientos antiguos que crean un ambiente tan especial que el autor reconocería todavía hoy.

Unas inmersiones increíbles

Nuku Hiva no suele ser mencionada como un lugar para practicar el buceo y, sin embargo, ofrece inmersiones fantásticas. El aislamiento geográfico ha permitido el desarrollo de una enorme biodiversidad. En pleno océano, se pueden contemplar numerosas rayas manta y leopardo, tiburones de todo tipo y tamaño, carángidos, atunes, delfines y peces espada. Una colonia de varios cientos de delfines de cabeza de melón vive cerca de la costa y es fácil observarlos.

El recuerdo de Gauguin y Brel

Paul Gauguin en 1901 y Jacques Brel en 1975 acudieron a Hiva Oa en busca de algo que se asemejaba a la paz interior. No sabemos si la encontraron, pero por la mañana, a la hora en la que sale el sol, la luz que se posa sobre la isla tiene una pureza que conmueve y perfuma el espacio con algo que se asemeja a la eternidad. Una sensación inexplicable que todos los viajeros experimentan aquí. Seguir las huellas de Gauguin y Brel es ante todo recogerse ante sus tumbas en el cementerio del Calvaire, donde reposan ambos frente a la bahía de Taaoa y bajo los perfumes de los frangipanis. A continuación, debes visitar la reconstitución de la célebre “Casa del Placer” de Gauguin, el pequeño museo a él dedicado y su casa. Mientras vivió en las Marquesas, el pintor realizó algunas de sus obras más destacadas, inspirándose en la vida cotidiana, pero también en las leyendas o de antiguas tradiciones religiosas para representar escenas imaginarias.

La isla de los tiki

También merece la pena visitar la isla de Hiva Oa por sus diferentes yacimientos arqueológicos, como el del me’ae en Puama’u, que alberga el mayor tiki de las islas de Tahiti. “Takaii” (2,43 m) es una singular estatua sonriente, oculta en medio de la vegetación exuberante. Numerosos petroglifos, como por ejemplo un espejo de viaje para una jefa local hecho de piedra pulida, se encuentran en los alrededores. En Taaoa se extiende un inmenso lugar de culto con plataformas líticas y unos tiki que se funden con la naturaleza intacta y primitiva formada por banianos gigantes, árboles del pan, cocoteros y papayos.

Numerosas excursiones a pie y a caballo

Puedes elegir el senderismo, el caballo o el 4X4 para explorar el relieve salvaje y apabullante de Hiva Oa, formado por cataratas, pitones, vados y ríos. ¡320 km2 de pura felicidad para los amantes de la naturaleza!

Las Islas Marquesas

Nuku Hiva

En la “gran casa” de los dioses que simboliza el archipiélago de las Marquesas, la mayor de las islas, Nuku Hiva, forma el armazón. Un armazón vertiginoso hecho de picos basálticos y pendientes alucinantes que se combinan con el azul del Pacífico. Este universo especial te abre sus puertas. El punto de partida de la aventura tiene lugar en Taioha’e, capital administrativa del archipiélago, que se abre al fondo de la gran bahía del mismo nombre. La continuación está formada por diversos encuentros: unos paisajes magníficos, un patrimonio arqueológico increíble, unas historias igual de fantásticas y una cultura defendida con orgullo por una población acogedora.

Hiva Oa

Según la leyenda de la creación de las islas de las Marquesas, Hiva Oa es la viga maestra de la “gran casa” de los dioses. En la actualidad, también es conocida como el “jardín de las Marquesas” debido a sus tierras fértiles y exuberantes. La isla alberga una naturaleza salvaje que se extiende hasta el infinito: verde, invasora, luminosa. Las carreteras son escasas, las casas también. El relieve torturado de la isla combina crestas agudas, picos y valles salpicados de yacimientos arqueológicos donde se encuentran, entre otros los mayores tiki de la Polinesia Francesa. Hiva Oa está bordeada de playas de arena negra y acantilados abruptos que se sumergen en las aguas del Pacífico.

El principal pueblo de la isla, Atuona, se encuentra al fondo de la bahía de Taaoa, dominada por las más altas montañas de la isla, el monte Temetiu (1.276 m) y el monte Fe’ani (1.026 m). Este es el lugar donde dos célebres artistas eligieron instalarse: el pintor Paul Gauguin, y el cantante, poeta y actor Jacques Brel.

Ua Pou

Ua Pou simboliza los pilares de la entrada de la casa de los dioses. Son inmensas columnas basálticas que se alzan hacia el cielo y tienen los nombres de guerreros legendarios: Poutetaunui o Poumaka. En 1888, evocaron a Robert Louis Stevenson unas “flechas volcánicas semejantes a unos campanarios”. Inamovibles, siguen dominando orgullosas la bahía de Hakahau, el pueblo principal de la isla.

Ua Huka

Ua Huka simboliza “la reserva de alimento” de la casa de los dioses y presenta unos paisajes todavía más salvajes que sus vecinas, pero sobre todo muy áridos. En esta tierra de tonos desérticos, los caballos salvajes galopan hasta el infinito y las cabras ascienden incansables hasta las mesetas de la isla. Apacible y mística, Ua Huka invita al viajero a descubrir un universo preservado donde las huellas de los ancestros no son sólo son parte del pasado, sino testimonios presentes en la vida cotidiana de la población.

Tahuata

En la construcción legendaria de la “casa de los dioses”, Tahuata simboliza la “aurora” o el “hogar que ilumina”: Una imagen poética que expresa muy bien la realidad. Pequeña y accesible únicamente en barco desde Hiva Oa, Tahuata tiene el encanto de los descubrimientos y se ofrece al visitante como un privilegio. Desde sus fértiles valles a sus bahías de aguas cristalinas, Tahuata es un oasis de serenidad, un concentrado de historia y creatividad. La mayoría de sus habitantes vive de una artesanía de gran calidad, en especial la escultura sobre hueso y falsa madera de rosa o miro (Thespesia populnea). El monoi se realiza siguiendo las tradiciones y los secretos bien guardados. Es una invitación a un perfume tan embriagador, bautizado por los isleños como “filtro de amor”.

Fatu Hiva

Fatu Hiva simboliza el tejado de la casa de los dioses: se trata de una isla pequeña pero magnífica. Al llegar por mar, el viajero es recibido por los abruptos paisajes y la naturaleza exuberante. Fatu Hiva hechiza a los visitantes. En 1937, Thor Heyerdahl y su mujer, que buscaban realizar una vuelta a la naturaleza, desembarcaron en la isla para vivir como en el comienzo de los tiempos. Hoy, pocas cosas han cambiado… Los habitantes están concentrados alrededor del pueblo de Omoa, donde fabrican el tapa tradicional a base de corteza y por el que son especialmente reputados. Más lejos, Hanavave está protegida en la fabulosa bahía de las Vírgenes, probablemente una de las más bellas del mundo, sobre todo cuando la luz crepuscular abrasa los picos rocosos, transformando el paisaje en un decorado sobrenatural e inolvidable.