Las Islas de Tahití tiene una historia rica y fascinante. Alrededor del 4000 a.C., una gran migración comenzó en el sureste de Asia, en la que los primeros colonos viajaron a través del vasto océano para explorar las islas del Pacífico. Tonga y Samoa fueron colonizadas a consecuencia de esta migración hacia el 1300 a.C.. Posteriormente, hacia el año 200 a.C. los tahitianos iniciaron viajes para colonizar las islas Marquesas.
Durante los siglos siguientes, las islas de Tahití fueron colonizadas y, finalmente, el resto del Pacífico Sur. Esta zona, conocida como el Triángulo Polinésico, se extiende de Hawái al norte, a la Isla de Pascua al sureste, y Nueva Zelanda al suroeste. Como resultado de estas migraciones, los tahitianos, hawaianos y maoríes de Nueva Zelanda tienen un origen común y hablan un idioma similar conocido como ma’ohi.
La era de la exploración por los europeos comenzó en el siglo XVI cuando comenzaron a llegar los primeros navíos. En 1521, Magallanes divisó el atolón de Pukapuka, en las actuales islas Tuamotu, y en 1595, el explorador español Mendaña visitó la isla de Fatu Hiva en las Marquesas. Más de 150 años más tarde, Samuel Wallis, capitán de la fragata inglesa HMS Dolphin, fue el primero en visitar Tahití durante su viaje para descubrir la Terra Australis Incognita, una mítica porción de tierra al sur del Ecuador que se pensaba servía para equilibrar el hemisferio norte. Wallis bautizó Tahití como la “Isla del rey Jorge III” y la reivindicó en nombre de Inglaterra. Poco después, desconociendo la llegada de Wallis, el navegante francés Louis-Antoine de Bougainville atracó en el lado opuesto de Tahití y reivindicó la isla en nombre del rey de Francia.
La fascinación de los europeos por las islas aumentó al conocerse el motín de la tripulación del capitán William Bligh a bordo del HMS Bounty y las historias sobre la belleza y elegancia del pueblo tahitiano. La fascinación con Tahití y el Pacífico Sur siguió incrementándose con las ilustraciones de la flora y de la fauna locales y el primer mapa de las islas del Pacífico que el capitán James Cook trajo consigo. En el siglo XIX, la llegada de balleneros, misioneros británicos y de expediciones militares francesas cambiaron para siempre el estilo de vida de Tahití y provocaron asimismo una rivalidad entre franceses y británicos para controlar las islas.
La dinastía de los Pomare dirigió Tahití hasta 1880, cuando el rey Pomare V fue convencido de ceder Tahití y la mayoría de sus posesiones a Francia. En 1958, la totalidad de Las Islas de Tahití se convirtió en un territorio francés de ultramar bautizado como Polinesia Francesa. En 2004, la Polinesia Francesa pasó a ser parte integrante de la República Francesa con poderes de autogobierno y la misión de orientar las políticas comerciales y las inversiones al servicio de los polinesios.
La cultura polinesia está profundamente enraizada en los orígenes míticos de los grandes navegantes que se establecieron en las islas hace 3.000 años.
La cultura polinesia está profundamente enraizada en los orígenes míticos de los grandes navegantes que se establecieron en las islas hace 3.000 años.
Nuestra cultura se ha transmitido de generación en generación a través de la palabra sagrada. La tradición oral ha permitido la pervivencia de nuestra cultura a través de los siglos. En ocasiones, nuestra historias parecía estar a punto de desaparecer, para resurgir en el último momento con fuerzas renovadas. Esta tradición con siglos de antigüedad, es evocada por los cantantes actuales a través de magníficas canciones, sagradas o seculares, cuyo eco se pierde en el constante murmullo del océano sobre el arrecife de coral. Es en esta tradición en la que los bailarines se inspiran para sus coreografías extravagantes. Esta tradición también inspira a los aficionados al va’a (la piragua tradicional) en el océano y las lagunas.
De la tradición procede el arte de la percusión del gran tambor de sonido grave pahu y el ruidoso to’ere, el arte de los maravillosos y complejos tatuajes, así como la escultura de madera de las Marquesas. Descendientes del gran tiki, las estatuas de piedra siguen alzándose orgullosas en la piedra volcánica de los marae, en el lecho de los valles secretos.
En las generosas islas Polinesias, todos los talentos convergen con un esplendor natural para convertir la artesanía en una forma de arte.
Orgullosos de sus islas, los polinesios están encantados de compartir su alegría de vivir natural con sus invitados. Es una alegría que se expresa a través de la danza y la música bajo todas sus formas, desde los cantos polifónicos en grupo a la música religiosa, pasando por el ritmo de las percusiones de instrumentos tradicionales, como el pahu y el toere, o también mediante la armonías de las guitarras y del ukulele de los grupos locales. Una alegría que los polinesios expresan asimismo a través de sus actividades de ocio favoritas, como la pesca, el surf y la navegación en las piraguas tradicionales, o a través del va’a, el deporte emblemático de estos archipiélagos.
Testimonios del pasado
La belleza de Las Islas de Tahití y de sus gentes han cautivado desde hace tiempo a los visitantes.
Bougainville (1768): “El carácter de la nación nos ha parecido ser dulce y benévolo. No parece que haya en la isla ninguna guerra civil, ningún odio particular, aunque el país esté dividido en pequeños cantones que tienen cada uno su señor independiente. Queda demostrado que los tahitianos practican entre ellos una buena fe de la que no tienen ninguna duda. Día y noche, las casas permanecen abiertas, sea o no la suya. Cada cual recoge los frutos del primer árbol que encuentra, los toma en la casa en la que entra. Parecería que, para las cosas absolutamente necesarias de la vida, no existiera propiedad y que todo fuera común”.
James Morrison, segundo contramaestre del “Bounty” (1789): “Las jóvenes mujeres llevan el pelo largo, que cae ondulado hasta la cintura y está decorado con las flores blancas (hinano) del fara (pandano), así como flores perfumadas. También realizan collares con los granos del fara y con flores bellamente dispuestas, lo que no sólo es muy favorecedor, sino que forma un ramo perfumado para ellas mismas, así como para todos los que están sentados cerca de ellas. En conjunto, son las mujeres más bellas que hayamos visto por estos mares…”
Cuna de la civilización ma’ohi, que se extiende en el Triángulo Polinesio, las islas Marquesas han conservado un número impresionante de costumbres y tradiciones muy vivas. Los tiki, estatuas de piedra y los me’ae y paepae, lugares religiosos y sagrados formados por piedras erguidas que forman estructuras piramidales, pueden verse en todas las islas.
El renacimiento del arte tradicional se ve en el desarrollo del tatuaje, la primera expresión ancestral de los valores políticos, sociales y religiosos. En la actualidad, se utiliza como decoración para el cuerpo, con una estética y unos motivos que reflejan su significado original.
También se encuentra en la expresión renovada de la danza y en los cantos polifónicos como el tarava, el ute o el ru’au que son una muestra profunda del alma del pueblo polinesio.
Este intenso movimiento cultural se expresa plenamente a través de numerosas manifestaciones festivas, la más importante de las cuales es el grandioso festival de Heiva i Tahiti en julio, en el que grupos de cantantes, bailarines, músicos y actores – hasta 150 en total- compiten en diversos concursos de música, danza y vestidos. La poesía ofrece su mejor exponente en el arte de la oratorio, conocido como ‘orero, con sus espectaculares declamaciones. Se trata de una antigua tradición oral que a menudo está acompañada por el sonido puro del vivo, una flauta nasal.
El bungalow sobre pilotes es la encarnación del romanticismo. Fue inventado en Las Islas de Tahití en 1967 y se ha convertido en la quintaesencia del paraíso del Pacífico Sur. Una estancia en un bungalow sobre pilotes es una experiencia de esas que “uno no puede perderse”. En un bungalow sobre pilotes tienes acceso directo a las célebres lagunas azules de Tahití desde un muelle privado, junto con todas las comodidades y servicios de un hotel de primera categoría. El bungalow sobre pilotes representa el ejemplo definitivo de estancia exótica.
El bungalow sobre pilotes fue concebido y construido por tres propietarios de hotel estadounidenses conocidos como los “The Bali Hai Boys.” Se inspiraron de las chozas polinesias tradicionales que instalaron sobre unos soportes de hormigón en la laguna. En la actualidad, la mayoría de los resorts de Las Islas de Tahití ofrecen bungalows de lujo, suites y mansiones sobre unas aguas paradisíacas.
A lo largo de la historia de Las Islas de Tahití, numerosos escritores, cantantes, artistas, poetas y navegantes se han instalado aquí. Algunos incluso eligieron Tahití como su última morada.
Estos hombres y mujeres son parte del patrimonio histórico de Polinesia y muchos han dejado huellas y testimonios de su vida en las islas. Quedaron fascinados por el encanto, la hospitalidad y el estilo de vida polinesio. Cada uno a su manera, ayudó a dar a conocer a nuestras islas en todo el mundo.
Los decorados naturales han inspirado a grandes directores y productores. Los largometrajes rodados en la Polinesia Francesa son en su mayoría adaptaciones de libros publicados originalmente en inglés.
Estas son algunas de las películas más conocidas rodadas en nuestras islas. Los cinéfilos podrán localizar los lugares de rodaje durante su viaje a Las Islas de Tahití.
Otros programas de televisión y documentales
Cada año, las islas son elegidas como lugar para rodar diversos documentales, reality shows, programas sobre cocina y anuncios para las marcas más importantes. El surf en las olas de Teahupo’o así como algunos spots secretos en los archipiélagos más lejanos es obviamente uno de los temas preferidos para un documental. Lo mismo puede decirse de nuestros tiburones y ballenas (que visitan nuestras aguas de julio a noviembre). La serie de televisión estadounidense “Survivor”, rodada en 2002 en las Marquesas (Nuku Hiva), contribuyó a dar a conocer el archipiélago en Norteamérica .
El Instituto de la Comunicación Audiovisual (ICA) es la memoria audiovisual de Las Islas de Tahití.
Desde hace 10 años, el Festival Internacional del Cine Documental Oceánico presenta los mejores documentales sobre la región. El FIFO se celebra en febrero en la Casa de la Cultura.
La teoría ahora generalmente admitida sitúa en el Sureste Asiático el origen de las grandes migraciones que hace tres o cuatro mil años provocaron el poblamiento del Pacífico por las poblaciones polinesias.
Utilizando unas piraguas dobles de vela, construidas en madera y fibras trenzadas, estos primeros navegantes intrépidos, gracias a su conocimientos de los vientos, de las corrientes y de las estrellas, viajaron hacia el este, colonizando las islas del centro del Pacífico (Islas Cook, Las Islas de Tahití…) entre el 500 a.C. y el 500 d.C..
Estas grandes expediciones, que terminaron alrededor del 1000 d.C., dieron nacimiento al Triángulo Polinesio, formado por Hawái (al norte) la isla de Pascua (al este), Tahití (al oeste) y Nueva Zelanda (al suroeste). Los diferentes idiomas hablados en estas islas, procedentes del idioma ma’ohi, demuestran el origen común de sus habitantes.
Piraguas
A bordo de unas enormes piraguas con doble batanga denominadas tipairua, los polinesios navegaron por el ancho océano siguiendo las estrellas, los vientos y las corrientes y en su periplo crearon nuevas civilizaciones. En la actualidad, la piragua sigue desempeñando una función importante en la vida cotidiana de Tahití y es celebrada en competiciones y fiestas llenas de colorido. Siglos antes de que los europeos concluyeran que la Tierra es redonda, los polinesios dominaban la enorme extensión azul del Pacífico.
Hawaiki Nui Va’a es la mayor y más extensa competición internacional en mar abierto de piraguas y cubre 124,5 km de gran dureza. La regata se realiza en tres etapas: la primera va de Huahine a Raiatea, la segunda de Raiatea a Taha’a y la última de Taha’a a Bora Bora. La salida y la llegada son motivo de la organización de una gran fiesta con comida y música tahitiana.
En el siglo XVI, Magallanes y posteriormente Mendaña arribaron respectivamente al archipiélago de las Tuamotu y a las Marquesas. Sin embargo, el recuerdo del descubrimiento europeo de Tahití sigue vinculado al inglés Samuel Wallis, en 1767. El año siguiente, el francés Louis-Antoine de Bougainville bautizó esta isla como “Nueva Citera”, la isla de los placeres de los mares del Sur. Las Islas de Tahití estaban divididas en varias jefaturas y reinos, y la religión polinesia rendía culto a un panteón de múltiples divinidades. Poco a poco, los misioneros protestantes y católicos evangelizaron las islas, mientras que hacia 1797, con la ayuda de los europeos, los jefes lograron afirmar su supremacía y establecieron la “dinastía de los Pomare”.
En el siglo XIX, Las Islas de Tahití fueron el teatro de una rivalidad franco-inglesa, a la vez religiosa, comercial y estratégica. En 1842, el protectorado francés fue finalmente firmado con la reina Pomare IV (sobre Tahití y Moorea) y en 1880 Pomare V, último rey de Tahití, aceptó la anexión.
Los años sesenta del pasado siglo marcaron un cambio para Las Islas de Tahití que rápidamente se encontraron propulsados en la modernidad. Con la implantación del CEP (Centro de Experimentación del Pacífico) en 1963, se produjo una afluencia de habitantes de las islas hacia Tahití, trayendo consigo un rápido desarrollo de la economía local
Cronología histórica de Las Islas de Tahití