No resulta evidente advertir los pequeños y encantadores islotes que forman un anillo alrededor de la laguna de Fakarava, el segundo mayor atolón de la Polinesia Francesa. Después de todo, es la laguna lo que siempre llama la atención, cuya belleza atrae como un imán. Está la pureza de la laguna y la pausada elegancia de la vida marina de sus aguas cerca de la costa: cada vez que uno la mira es casi como si lo hiciera por primera vez. Aquí, el mundo parece inmaculado. La vida en estos pueblecitos, con sus carreteras bordeadas de buganvillas, iglesias de coral resplandecientes, casas pintorescas, panaderías, puestos de comida y restaurantes parece flotar sobre las aguas claras que rodean esta Reserva de la Biosfera de la UNESCO.
La vida salvaje acuática y terrestre de Fakarava es notable, con especies raras endémicas y protegidas. Hasta el punto de que el atolón ha sido declarado Reserva de la Biosfera de la UNESCO. Uno de los objetivos es conciliar la preservación de los recursos naturales y el desarrollo humano (investigación, vigilancia, formación y educación).
Fakarava (literalmente, “volver bello” o “magnificar”) es tan hermosa sobre el agua como debajo de ella. Cuenta con corales fosforescentes y un agua divinamente cálida. Todo lo que necesitas son unas aletas y unas gafas de buceo para quedar fascinado por las maravillas del océano. Los submarinistas del mundo entero sueñan con Fakarava: enormes cabezas de coral, bancos con miles de peces y “muros” de tiburones cerca de los canales. Tiene tanto que ofrecer….
El célebre pintor Henri Matisse (1869-1954) afirmaba que el color era “una liberación”. En 1930, el artista se alojó tres meses en Tahiti, llevando su exploración hasta Fakarava, donde quedó irremediablemente fascinado por las variaciones de tonos azules de la laguna. El descubrimiento fue tan fuerte, que liberó un nuevo empuje creativo en Matisse. Fakarawa ofrece una terapia visual para el alma.
Descubre por qué es un paraíso protegido