Las remotas Islas Gambier se encuentran a poco más de 1.600 kilómetros al sureste de Tahití. La mitología polinesia cuenta que Mangareva fue levantada desde el fondo del océano por obra del semidiós Maui. Las montañas de Mangareva se elevan sobre las islas vecinas y su luminosa laguna como una gran catedral. Aunque una vez fue el centro del catolicismo en la Polinesia, la gente de Mangareva ha vuelto a un estilo de vida polinesio más tradicional y la isla se ha convertido en una productora importante para la industria de perlas cultivadas en Tahití. Además de poder visitar las granjas de perlas y recorrer la isla por carretera o en barco, los viajeros también pueden explorar el sorprendente número de iglesias, conventos, torres de vigilancia y escuelas que sobreviven desde el siglo XIX. Algunas estructuras todavía están en uso, como la iglesia de St. Michel de Rikitea, donde el altar tiene incrustaciones de concha de nácar iridiscente.
El archipiélago de las Gambier es remoto y poco frecuentado. Los viajeros que deciden visitarlo se sienten privilegiados, ya que son recibidos con entusiasmo por los habitantes. Estas islas siguen lejanas cuentan con abundantes tesoros naturales y culturales, formando una mezcla perfecta de exotismo y bienestar.
La laguna, que contiene la totalidad del archipiélago, es probablemente la más increíble de Las Islas de Tahiti. Unas veces transparente y arenosa, otras turquesa y con cabezas de coral, despliega toda una gama de azules que el verde poderoso de las montañas circundantes subraya maravillosamente. Los aficionados al senderismo encontrarán infinitos tesoros al recorrer Mangareva.
Si bien subsisten algunos vestigios de marae y otros edificios de la civilización preeuropea, Mangareva es conocida por su fascinante patrimonio religioso del siglo XIX. Se dice que la fe mueve montañas: en las Gambier ha movido toneladas de coral. Cuna del catolicismo, los misioneros y los locales convertidos hicieron surgir de la tierra, entre 1840 y 1870, cientos de edificios religiosos con la fuerza de sus brazos. Iglesias, presbiterios, conventos, escuelas y torres de vigilancia que todavía hoy pueden visitarse en Rikitea, ‘Akamaru, ‘Aukena y Taravai, algunos en un estado de conservación notable, mientras que otros están en ruinas. El mayor y más antiguo monumento de la Polinesia Francesa se alza orgulloso en Rikitea: la catedral de San Miguel (1848), que fue restaurada en in 2012.